Ella era mi médico, - no sé si estaría bien decir mi médica - ( shh... suena raro.) La cuestión es que yo la veía más bien como una institutriz, atizándose la mano con la regla mirándome fijamente, parecía humedecer los labios cuando de pronto se puso a hablar con una mezcla de soberbia y serenidad:

- Para abandonar el hábito del tabaco, no utilizamos ansiolíticos, ya que no es coherente suprimir una dependencia, con un fármaco que también crea dependencia, así nos pasaríamos la vida…

Ahí yo me quedaba con cara de tonto…

- podríamos optar por parches o chicles de nicotina, que trataremos dependiendo el grado de dependencia que tengas…

Bien, al final opté por los parches. Muy animado me coloqué el primero pensando que me iba a solucionar el mundo, ¡vamos! Que me iba a lanzar un cubo de aceite en mi camino, y que yo no iba a sentir absolutamente nada,  todo sería un caminito de rosas, entre campitos silvestres,  acompañado de perritos y gatitos monos, pero lo que yo jamás hubiera imaginado es que a eso de como a las 7 de la tarde después de haber estado paseando todo el día por los campos elíseos de la felicidad y la gloria, vería las puertas del  infierno, con todos sus demonios dentro de una caldera ofreciéndome cigarrillos a millar, había de todo, Lucky strike, nobel, marlboro, chesterfield, lights, dobles y triples filtros, de cartón duro o blando, puritos de cuba etc etc etc…  Claro, naturalmente yo me negué, ¡y eso que me los regalaban! Nada, que después de tanta insistencia les gané en cabezonería y, todos ellos, diminutos demonios, pequeños como cerillas, se lanzaron sobre mi para hacerme cosquillas, lo curioso del infierno es que las cosquillas son diferentes, mientras que las terrícolas te ríes de gusto, e incluso a veces no puedes ser cosquilleado por la sencilla razón de que no puedes soportar tanto placer absoluto, bien, pues en el infierno, en el infierno las cosquillas te hacen reír pero de dolor O.o así como se puedan imaginar es una circunstancia un tanto extraña que conduce a la locura, y de pronto me vi loco,  porque ¡me pareció escuchar la voz de mi madre entre tanto embrollo!

- Toma hijo mío
-¿Qué es esto mamá?
-  una pastillita de nada. 

Por un momento desconfié y me pareció ver como su sonrisa angelical se difuminaba, hasta transformarse y apareciendo como una gran forma inquietante y aterradora sonrisa perforadora de cuellos vírgenes. Así que me asusté, me cogió el miedo, escapándoseme un poco de camino a la esquina donde me arrinconaría arropado sólo hasta la altura de los ojos para poder así ver sus ojos rotos. Y le dije:

- ¡¡No mamá, no!! Yo no estoy loco, aún no, son ellos que me hacen cosquillas y no puedo parar de llorar, pero no estoy loco, 
- ya se que no estás loco tonto, simplemente te has ido,  obligatoriamente claro está, a un viaje pasajero al infierno porque te encontrabas envenenado
-¿¿¿¿envenenado??? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿no me digas?  ¡Madre del amor hermoso bendito! ¿Pero cómo ha podido ser?
- Claro hijo mío, tómate esta pastillita que te hará regresar de nuevo con tus amigos  los terrícolas, y ya hablaremos luego que estás muy enfermito y es tarde y quiero ver Escenas de matrimonio ¬¬

Y así me la tomé, y salí del infierno.


Continuará…